En verano hace calor.
En verano la calle se convierte en poderosa pasarela: nos gusta gustar y gustarnos a nosotras mismas y eso es precioso. Los problemas crecen cuando también nos encanta el despelleje, algo que no resulta tan bonito.
En verano la gente se quita ropa, enseña piel diz que para combatir el ya nombrado y empíricamente demostrado calor. Y no seré yo quien lo repruebe, pero me asaltan dos pensamientos:
a) el sol quema también en la ciudad y en horario de trabajo (hay que embadurnar de un buen spf hombros y escote, por favor)
b) a veces no es cuestión de poca tela sino de tela con la frescura idónea.
"Vas hecha una monja hija. ¿No te asas de calor?" Verídico, true story escuchada en pleno siglo XXI en el que si a la recíproca le dices "tápate que se te ve el alma y va a agarrar un buen carcinoma porque no la has untado de crema solar" te tachan de retrógrada ipso facto.
Y es que en este país hemos pasado de lapidar a la que salía de casa con traje sin mangas a rajar viva a la pobre que se compra un bañador deportivo, quizás porque nada veinte largos en la piscina y no quiere lucir lorzas jamoneras..., y a eso también tiene derecho.
He llegado a ver en Instagram a chicas explicando por qué este verano prefieren bañador y poniendo excusas del tipo "es por comodidad, no por otra cosa". Perfecto, pero si fuera otro el motivo también sería perfecto.
El pudor es una virtud, puede que antes fuera una imposición pero hoy en día es un derecho. Y un derecho de la mujer. Tapar lo que tú libremente quieres tapar resulta hoy tan incendiario y feminista como fue mostrarlo hace un tiempo.
Estas reflexiones vienen causadas por este Outfit que se ha convertido en mi favorito del verano norteño: un conjunto de leggins de H&M y blusa de Couchel. Un blusón ultra fresco, pues tiene vuelo y es vaporoso y está confeccionado con un algodón de gran calidad. De él me rechifla:
- el color, coral vivo, y el estampado como de punto de cruz que le da un rollo étnico maravilloso
- las mangas, sí, francesas y de farol. Ultra cómodas y aireadas.
- el escote, en forma de V y bastante generoso, que me permite desbocarlo en perfecta asimetría y enseñar al desgaire un hombro. Que es lo que me gusta enseñar a mí. Y de mi sujetador negro no me gusta mostrar las preciosas copas con encaje, por mucho que se estile, y en cambio con este tipo de escotes y leggins negros me chifla dejar a la vista un tirante.
Ni soy una fresca por eso, ni una reprimida por lo otro. De igual manera que alguien menos cubierta que yo no es más ligera que yo, ni alguien más tapada es más mojigata. Pero así como en los tiempos de los Álvarez Quintero me dirían "niña, cúbrete", ahora confunden mi preciosa blusa con un burka. Así es la moda y el paso del tiempo: ¡tan relativos!
En verano la calle se convierte en poderosa pasarela: nos gusta gustar y gustarnos a nosotras mismas y eso es precioso. Los problemas crecen cuando también nos encanta el despelleje, algo que no resulta tan bonito.
En verano la gente se quita ropa, enseña piel diz que para combatir el ya nombrado y empíricamente demostrado calor. Y no seré yo quien lo repruebe, pero me asaltan dos pensamientos:
a) el sol quema también en la ciudad y en horario de trabajo (hay que embadurnar de un buen spf hombros y escote, por favor)
b) a veces no es cuestión de poca tela sino de tela con la frescura idónea.
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"Vas hecha una monja hija. ¿No te asas de calor?" Verídico, true story escuchada en pleno siglo XXI en el que si a la recíproca le dices "tápate que se te ve el alma y va a agarrar un buen carcinoma porque no la has untado de crema solar" te tachan de retrógrada ipso facto.
Y es que en este país hemos pasado de lapidar a la que salía de casa con traje sin mangas a rajar viva a la pobre que se compra un bañador deportivo, quizás porque nada veinte largos en la piscina y no quiere lucir lorzas jamoneras..., y a eso también tiene derecho.
He llegado a ver en Instagram a chicas explicando por qué este verano prefieren bañador y poniendo excusas del tipo "es por comodidad, no por otra cosa". Perfecto, pero si fuera otro el motivo también sería perfecto.
El pudor es una virtud, puede que antes fuera una imposición pero hoy en día es un derecho. Y un derecho de la mujer. Tapar lo que tú libremente quieres tapar resulta hoy tan incendiario y feminista como fue mostrarlo hace un tiempo.
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Estas reflexiones vienen causadas por este Outfit que se ha convertido en mi favorito del verano norteño: un conjunto de leggins de H&M y blusa de Couchel. Un blusón ultra fresco, pues tiene vuelo y es vaporoso y está confeccionado con un algodón de gran calidad. De él me rechifla:
- el color, coral vivo, y el estampado como de punto de cruz que le da un rollo étnico maravilloso
- las mangas, sí, francesas y de farol. Ultra cómodas y aireadas.
- el escote, en forma de V y bastante generoso, que me permite desbocarlo en perfecta asimetría y enseñar al desgaire un hombro. Que es lo que me gusta enseñar a mí. Y de mi sujetador negro no me gusta mostrar las preciosas copas con encaje, por mucho que se estile, y en cambio con este tipo de escotes y leggins negros me chifla dejar a la vista un tirante.
Ni soy una fresca por eso, ni una reprimida por lo otro. De igual manera que alguien menos cubierta que yo no es más ligera que yo, ni alguien más tapada es más mojigata. Pero así como en los tiempos de los Álvarez Quintero me dirían "niña, cúbrete", ahora confunden mi preciosa blusa con un burka. Así es la moda y el paso del tiempo: ¡tan relativos!