La pasada semana de mi vida fue un vértigo feliz: terminó con la graduación de mis alumnos en la Universidad Internacional de La Rioja, y comenzó con mi Santo.
En casa se celebra todo, aunque ahora más que fiesta y regalos se lleva lo de invitar a mis tíos, primos y abuela a un generoso vermú en alguna terraza y que ellos sean igual de generosos... entregándome algo de dinerito. Y nunca defraudan.
Este año mi onomástica coincidía con el comienzo casi de los festejos en Unir así que invertí el dinero en coqueterías varias para vestir en estos eventos. El congreso anual CITES reúne a unos trescientos profesores, entre ellos mis coordinadores de Madrid y mi disperso departamento de Lengua y Literatura de la Facultad de Educación, con el que me llevo genial, y me apetecía variar un poco, si no de ropa, de complementos.
Los complementos lo son todo en un look. Puedes ponerte un top color fresa de Elogy del año pasado y una blusa rosa que heredaste de tu madre...
Pero estrenar bolso y pañuelo le da una gracia distinta y todo lo hace nuevo también.
El pañuelo me costó veinte euros en Phuket porque es 35% seda, ¡y se nota! Cada vez me enamoran más los fulares grandes, con algo de seda y estampados formales, levantan cualquier conjunto y ya tengo tres.
El bolso costó veinticinco euros y es de Misako, de esta temporada, de bandolera y cremallera como a mí me gustan y ¡blanco! Pero con un estampado floral de distintos colores que lo hacen muy combinable.
En el congreso siempre nos regalan algo de
merchandising de la casa pero esta vez se han superado: bolígrafos bonitos, tazas termos y... esta magnífica mochila, eso sí, de color negro ingeniero pero al menos brilla..., y combina con todo también. Y si agrandáis la foto veréis ¡que llevo nuevas gafas!
Las mías bonitas se perdieron en Roma y las otras de Mo eran pesadas y desfasadas, amén de que estaba rayadas y no me sentaban bien. Lo tenían todo, era el momento de cambiar.
Me encanta la óptica +Visón de Grand Vision (y no, no me patrocina), porque ha traído el concepto
Low cost al mundo carísimo de las gafas graduadas: mi graduación no es fácil y he conseguido una revisión de la vista y dos pares de gafas por ciento sesenta euros.
Ambas son de pasta pero livianas: unas con patillas metálicas y monturas en mi color favorito, azul agua, y otras absolutamente diáfanas, traslúcidas. Ambas con el puente estrecho para que no resbalen por mi nariz hasta la punta. Me fascinan por último pero no menos importante porque ¡no esconden mi maquillaje!
Y el regalo más tierno y emocionante: un detalle, sí, pero de esos que encandilan.
Mi madre estuvo en Logroño a principios de mes y se encargó de dejar un paquetito en el cajón de la mesilla de noche del cuarto de invitados: el día D, cuando me llamó para felicitarme, allí encontré, envuelta, esta preciosa pulsera de Salamanca, con el botón charro, que hace juego con el anillo charro que con tanto cariño compré hace siete años cuando me invitaron a recitar mis poemas al Palacio de Anaya.
Cuánto amor.
