La barra de labios es, sin duda, mi producto de maquillaje favorito. De hecho, puedo salir de casa a cara lavada, por muy necesaria que me perezca la base fluida. También puedo atesorar en mi tocador veinticuatro coloretes de Nars o recibir la paleta de sombras de ojos más bonita del mundo como regalo de Reyes; pero imprescindible, lo que se dice imprescindible para mí es sentir que hay color en mi boca...
Por eso, haciendo homenaje al año que ya terminó, voy a repasar los labiales que más me han emocionado y sorprendido en los pasados meses. Cinco éxitos, cinco tonalidades y texturas que repito, repito y repito.
El primer amor duradero llegó en Mayo, con la colección Les chocolats de L´Oreal. Porque nunca antes un labial líquido mate me había subyugado tanto, con tanta suavidad y delicadeza.
Y de los diferentes tonos, uno me ha robado el alma y lo llevo utilizando desde entonces semana tras semana: Candy man, un chocolate claro de matiz "mauve"cuya dulzura no deja a nadie indiferente.
El segundo flechazo surgió en Julio, durante una visita a Madrid en la que pude hacerme por fin con el bálsamo 8 horas con color de Elizabeth Arden:
Y es que yo adoro desde siempre el color piruleta o "labios de fresa, sabor de amor" para una boca de diario, ingenua y fresca. Y encontré una tonalidad así en el labial Berry de estos bálsamos, que sólo se venden en el Corte Inglés. Lo descubrí en los vídeos de Dirty Closet y en una visita a la capital me hice con él... Ya se me ha terminado, no digo más:
No da un color muy intenso pero es de ésos que puedes utilizar sin nada más e ilumina la cara para un efecto "yo sin maquillaje”, como en la imagen, aunque qué mejor maquillaje que la felicidad de unas vacaciones junto a tu mejor amiga. Pero sí que deja ese aspecto de labio mordido o boca de niña jugando en el patio que tanto busqué.
El siguiente hallazgo fue flor ya de septiembre: se trata ni más ni menos que del clásico Backtalk de Urban Decay, y su mérito es que tratándose de un labial mate me enamorase y me siga enamorando así. Es que su textura fue bautizada como Confort Matte y por algo es: lo aplicas y sientes mantequilla aterciopelada en la piel.
El tono es un rosa apagado tirando a malva que no es más elegante porque no puede. Un comodín de diario y fiesta, lo que se ha dado en llamar "mauve", con término anglosajón, y sienta de maravilla si tu piel es rosada... y tu pelo también, como me sucedió a mí en el pasado otoño.
Fruto de mi visita a Pamplona en octubre es mi siguiente descubrimiento de 2018: un labial de Bobbi Brown llamado Sandwash pink que es de lineal fijo pero que, para la lucha contra el cáncer de mama. se vistió de rosa fuerte junto a otro labial que acabó en el neceser de mi ahijada. El que yo me quedé se coló en mi bolso y ha sido un referente en los últimos tres meses del año, me encanta porque combina hidratación y firmeza...
Sí, porque un rosa parecido, el Lovelorn de Mac que compré en la misma campaña el año anterior en Roma, se me acabó rompiendo de lo cremoso que era.
Este labial es dulce y cálido, un rosa batido de fresa de mi infancia, un trozo de nostalgia alegre envuelto en color. El dúo me costó cuarenta y cinco euros, me valió para un regalo y para apoyar una buena causa, por lo que doy por bien gastado el dinero que además me condujo a uno de mis labiales favoritos de la temporada...
Y mi última barra de labios de 2018, comprada ya en diciembre aunque descubierta ya en ese viaje otoñal a Pampaluna (decidí esperar a regalármelo en mi cumpleaños), es todo un golpe de emoción: de nuevo L´Oreal ha decidido lanzar al mercado este mítico labial, 236 Organza, que creó allá por los noventa en una colección que se llamaba Acords Naturel y que fue durante años mi labial preferido sin competencia.
Es un beige cálido, cremoso, de matiz caramelo o miel y con ese punto lácteo de natillas que tanto me fascina.
Así, con tonos igual de golosos y texturas tan distintas, empieza y acaba un año en el que trabajé y disfruté muchísimo, me equivoqué y tuve que pedir perdón en no pocas ocasiones, me hice un poco más adulta solucionando problemas de los de la vida real... y me compré un piso en el que me siento al fin como en mi propia casa.