Subí a Instagram una fotografía de la época en que llevé el pelo a lo
garçon, y en pocas horas tenía cincuenta likes y más de diez comentarios aconsejándome que volviera a este cómodo pero controvertido corte. La verdad, ¡no me lo esperaba!
Pero ayer, como debía ir a la peluquería y no tenía tiempo para darme color pero quería un cambio... decidí cometer una locura:
¡Nuevo look! Por un lado, no voy a negar que añoraré mi pelo largo, y además ya tengo a quien me lo recuerda:
"Lo mejor que tenías era el pelo... y te lo han quitado" (Mi abuela, 2019)
Sin embargo, tenía que sanear la melena, que ya estaba muy descuidada y las puntas me pedían socorro. Y literalmente no tenía tiempo para hacerme mechas, por lo que decidí comprar la crema colorante rubia de Corpore sano, y acudir para un buen corte a mi salón de confianza, Mishea Peluqueros...
donde la mágica Andrea me cobró tan solo treinta euros por media hora de masaje capilar relajante, un corte con mucho movimiento, sin tocar color.
Lo mejor, sin duda, sus manos expertas mientras me lavaba masajeando el cuero cabelludo, pero también las conversaciones y las risas en el local, porque yo ronroneaba como un gato de placer, pero Myriam pensaba en otro tipo de suspiros y declaró que podríamos protagonizar uno de esos anuncios de Herbal Essence.
Hoy me he regalado otro ratito de relax en la bañera para tratar mi cabello recién cortado con esta crema natural sin amoniaco: una mezcla de henna, cassia, aloe vera y aceite de germen de trigo que nutre el cabello a la vez que aporta sutiles reflejos:
Este es el resultado, con unos toques de texturizador medio de Secretos del Agua: un verdadero cambio de Adviento con el que, la verdad, me siento liberada.
