Calmar una piel reactiva, sofocada de calor en verano o ruborizada de calefacción, estrés y malos hábitos en invierno, resulta difícil a largo plazo pues no hay nada más lento que erradicar rojeces ya instaladas..., pero desinflar el volcán a corto plazo es sencillo aplicando una bruma facial.
Un gesto que en los últimos tiempos se ha puesto muy de moda, y no hay casa de perfumería que no haya propuesto su opción.
Desde las anticuadas pero efectivas aguas de rosa (la de Carla de Bulgaria era fantástica), hasta el
mist de distintos aromas de The Body Shop o el tónico de Açai berry de Ziaja con su dispensador modélico, pasando por la bruma de Kenzoki que también probé en su momento o las versiones orgánicas como la Leche virginal de Yipsophilia...
Hoy repasaremos las que ofrecen las farmacias, siguiendo nuestra saga. Podemos encontrar aguas termales, aguas vegetales y brumas con distintos principios activos.
Las primeras fueron mi primer hallazgo, son muy puras porque proceden de manantial o glaciar y se encuentran en formato aerosol, por un lado inflamable pero de aplicación cómoda y gozosa.
La de Avene salvó mi piel en su primer brote de rosácea, hace ya veinte años...
Sin embargo, no es mi favorita, pues huele un poco a gas: debe contener mucho nitrógeno.
Un agua termal barata y muy buena es la de Be +, de botella enorme por unos siete euros, además de fabricación patria, aquí en Navarra. Y mi preferida es la de Evian que utiliza nitrógeno natural y que compro en todos los aeropuertos antes de un viaje: es un secreto a voces entre las francesas, no hay gesto más puro ni más chic.
Dando un paso más, descubrí el Agua de Uva de Caudalie: no soy muy partidaria de esta firma, pero toda regla tiene su excepción, y de ellos me cautivan sus perfumes basados en las bodegas francesas y su bruma, que además de tener agua calmante contiene Vitis Vinifera, uno de mis principios activos de cabecera porque es antioxidante a la vez que calmante.
Pero a comienzos del confinamiento y aún en Oporto, con la piel ardiendo de miedo y estrés, encontré una bruma de farmacia magnífica. Firmada por La Roche Possay, cuya agua termal también me fascina, y perteneciente a la gama Toleriane en la cual se inserta mi base de maquillaje de cabecera, como expliqué en mis
cinco favoritos de la marca hace ya cuatro años.
A las diversas cremas, la limpiadora y el maquillaje de la línea añaden ahora una bruma que se llama Ultra 8 por contener sólo ocho ingredientes: el agua termal, la glicerina, la alantoína y el propanediol, principios con alto poder lenitivo, el pentilenglicol que aunque suene muy a química es humectante y de origen vegetal, la carnosina que es un dipéptido antioxidante y el ácido cítrico en último lugar.
En cristiano: un cóctel de buenas vibraciones y cero por ciento maldad.
Este tubito mágico no es barato, ya que por sus cuarenta y cinco mililitros piden dieciséis euros, pero en pocos días desinfló mis demonios logrando que la piel, con ayuda de unas escasas gotas de maquillaje (Toleriane, por supuesto), luciera así.