Creo que ha llegado el momento de hablaros de la que ha sido mi fragancia en este verano y comienzo de otoño 2020.
Un año raro y una elección extraña, que aunque no llega a ser el perfume de m vida se ha convertido en una pequeña y exótica delicia de mi tocador: Rose de vigne de Caudalie.
Debo dedicarle una reseña ya, porque winter is coming y el momento exacto va a esfumarse: estoy a punto de desempolvar mi invernal vainilla de The Body Shop, y en cuanto salga publicado mi libro nuevo pronto me hare con la mimosa de Adolfo Domínguez...
Empezaré por decir que la rosa como nota olfativa no me gusta.
Dejé de usar agua de rosas en el rostro porque no soportaba su olor. Recuerdo a la dulce Claudia, de Cremitas perfumadas, y a otras blogueras de la primera década del siglo cautivadas por la mítica Rose 4 reines de L´Occittane y a mí solo me embriagaba su nombre tan literario.
Todo cambió un poco al oler Rosewater de Crabtree & Evelyn, en la mítica perfumería Muro de Logroño: me pareció una rosa acuática, chispeante, como enredada en muguet aunque fragántica no declare esta nota, y sí acordes verdes y almizcle.
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| Farmacia de Maestu |
Este verano acudí a la farmacia encantada de Maestu, ese botiquín campestre que, a pesar de su aire bucólico, escondido del mundo, fue pionero en introducir la firma Caudalie en España: le dije a Marta que buscaba un agua de colonia fresquita y ella me sacó las cuatro fragancias de la firma.
Y oh sorpresa, la que me encandiló fue Rose de Vigne, nacida en 2015. Me recordó a la rosa que descubrí en la perfumería Muro pero más idílica, mas chispeante y más barata.
El frasco de cincuenta mililitros, envasado en un sostenible cilindro de cartón, me costó veinticinco euros. La página web de la firma declara una salida cítrica de pomelo y ruibarbo, un corazón de rosa, peonía y muguet y un fondo de almizcle.
Esta colonia dura muchísimo en la ropa y en la piel, pero sin perder esa sensación etérea y chispeante que la hace única.
Como la luz veraniega juega con su frasco y nos ofrece un espectáculo cristalino, así percibimos su aroma: delicado y muy femenino pero juguetón. El muguet y el almizcle, dos de mis acordes favoritos, se engarzan al pomelo y al ruibarbo y matizan esa explosión cítrica y el protagonismo de la rosa con toques de jabón.
Se siente como pompas de Moussel en la bañera, como paseos primaverales en una calle de París verde y húmeda tras una lluvia reciente..., y todo ello abrazado por una rosa que persiste, empolvada pero acuática.