Hoy, un post off topicEl pasado sábado fue un día muy especial para mí, pues tuve la suerte de conocer al magnífico actor Carmelo Gómez. Perfecto caballero que, al natural, resulta aún más arrebatador que en la pantalla: yo caí rendida ante él años atrás, cuando daba vida al secretario Teodoro de El perro del hortelano, de Lope de Vega & Pilar Miró, y ahora que lo veo encarnar a todo un Pedro Crespo de Calderón & Helena Pimenta, mi arrobamiento ha llegado al límite.
Pero hablemos antes que nada del "modelito" que elegí para acudir a la representación de El alcalde de Zalamea, una nueva joya de la Compañía Nacional de Teatro Clásico..., y luego ya llegarán las anotaciones culturales:
Durante mi último viaje a Madrid mi madre encontró, en una tienda local de la calle Orense, este poncho tres cuartos de corte evassé y tejido de lana, y sin decirme nada se llevó dos ejemplares, ¡uno para ella y otro para mí!
Al mío le dio una puntada para convertirlo en chaleco y poderlo usar cómodamente, porque ahora se estilan los ponchos así, de corte muy favorecedor y algo dramáticos, con una aire de capa barroca que seduce... hasta que reparas en que son abiertos y no llevan botones. Lo cual supone todo un desperdicio en una prenda tan cálida, perfecta para mi oficina, para algunas iglesias y para el teatro que según me advertía mi abuela "no goza de buena calefacción".
Al mío le dio una puntada para convertirlo en chaleco y poderlo usar cómodamente, porque ahora se estilan los ponchos así, de corte muy favorecedor y algo dramáticos, con una aire de capa barroca que seduce... hasta que reparas en que son abiertos y no llevan botones. Lo cual supone todo un desperdicio en una prenda tan cálida, perfecta para mi oficina, para algunas iglesias y para el teatro que según me advertía mi abuela "no goza de buena calefacción".
Pero una vez convertido en chaleco, todo el mundo me lo alaba, es original y favorecedor, estiliza y siempre se puede jugar con los básicos que se llevan por debajo: en este caso, mallas negras y suéter de medio cisne negro de H&M. Para rematar escogí unos zapatos de charol azul con plataforma de la firma Nature que me compré en rebajas.
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Folleto del montaje... firmado por Carmelo Gómez |
Calderón no sólo fue el tema de mi tesis doctoral sino que fue y sigue siendo mi gran pasión. Descubrí que me gustaba leer y ver sus obras de teatro mucho antes de saber que me gustaría escribir poemas o a maquillarme, que son mis otras dos pasiones confesadas en este blog.
Calderón fue para mí antes que Jane Austen, antes que Tolkien y Chesterton, antes que D´Ors, Martínez Mesanza y en general la poesía española de final de siglo XX, en fin... antes que Harry Potter :)
Cuando comencé a devorar comedias calderonianas, mis lecturas se debatían entre los libros de pasta rosa de Puck y las biografías noveladas de santos de Louis de Whol. Y de repente... llegó "él". A los trece años cayó en mis manos precisamente El alcalde de Zalamea: no entendí casi nada, pero me enamoré del todo. Aprendí que el lenguaje podía ser altamente metafórico, altamente filosófico, un juego de adjetivación..., y un juego de imaginación: si no te has acercado nunca a este dramaturgo, te sugiero que leas "No hay burlas con el amor".
En esta última velada en el teatro Bretón disfruté muchísimo: es verdad que la música me pareció algo estridente, que siempre exageran la figura del gracioso (esta vez graciosa), y que yo soy más de comedia que de tragedia, pero la exquisita labor de dirección, y sobre todo los actores...los actores sublimes, me envolvieron.
Y después, cuando estaba con mi familia tomando unos pintxos en un bar llamado Tivoli al lado del teatro Bretón... ¡¡¡entró el héroe de la jornada!!!
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¡¡¡No me lo creía!!! |
Estuve obnubilada contemplándole, así en primera fila, cómo bebía su vaso de bon vino de Rioja, cómo se reía iluminando todo el bar... y pensando en saludarle temblaba como una colegiala, ¿me atreveré, no me atreveré? Al final, viendo que la gente le saludaba y él respondía con naturalidad risueña y atenta, me lancé al ruedo. Estuvimos hablando un buen rato, y hasta se ruborizó ante mi entusiasmo y me dijo: "todo está escrito", dando a entender que el mérito de que aquella noche su personaje hubiera brillado de tal modo era de Calderón... (Sí, pero la belleza también se puede destrozar... o realzar, como tú hiciste).
Y, por último, me estampó esa dedicatoria tan mágica en el folleto del montaje, y dos besos que sumados a los que me otorgó al saludarme, como bien me hizo notar mi tía luego entre risas, ¡hacían cuatro besos, franceses y llenos de magia!